Pionera Martha May Eliot


ANDY ZAGASTIZÁBAL

Martha May Eliot fue una verdadera pionera. Cuando se habla de ella se tiene que mencionar que fue la única mujer que suscribió el documento de nacimiento de la Or-ganización Mundial de la Salud, una institución que ella tal vez soñó “dedicada a brindar programas de salud para la infancia”.

Aquello no es lo único, su biografía está llena de pasos importantes para la humanidad y especialmente para los cambios que abrieron los horizontes para las mujeres.

Harvard se la perdió de tenerla como su alumna, porque en ese tiempo la medicina era para los varones y a ella le dijeron que “mejor siguiera otra carrera”.
¿Cuánto cambió la vida de esta mujer aquella decisión?
Con un grado en literatura clásica de Radcliffe College y su entrenamiento pre-médico creyó que las puertas de Harvard se le abrirían. Al no ser así tuvo que emigrar a la es-cuela de medicina de Johns Hopkins University. Allí recibió su ansiado título M.D. con honores en 1918. Allí también se izo de la pareja de todo su vida: Ethel Collins Dunham.

La graduación es una cosa; pero la práctica algo diferente. Empezaron las separaciones y Ethel se quedó en Hopkins y Martha llegó al Peter Bent Brigham Hospital de Boston. La residencia la hizo en St. Louis Children’s Hospital de 1919 al 20, empezando su carrera pediátrica. Su primera invitación fue de la Universidad de Yale que la convirtió en la primera jefe residente del departamento de pediatría de su escuela de medicina, traba-jando en el Hospital de New Haven.

Creció rápidamente, porque en poco tiempo pasó de residente a instructora, a asistente clínica, a profesora y finalmente, de 1932 al 35 al título de “associate clinical profes-sor”. En ese tiempo colaboró en muchos estudios, como la importancia de la vitamina D, del aceite de hígado de bacalao o de los baños de sol, todo lo que se publicó en 1938 en un libro que se denomina “Práctica de la Pediatría”.

Su talento especial no fue ajeno a la política y pasó de 1924, hasta principios de la Segunda Guerra Mundial en Washington, como directora de una división de la Oficina de la Infancia.

Ella vio la Guerra en Inglaterra y estudió el impacto de la evacuación en los niños y al volver se encargó del programa de emergencia materno-infantil para las viudas y niños de soldados en servicio. Desde 1941 hasta el final de la Guerra, el programa sirvió a millón y medio de americanos. Por el trabajo que significó entrenamiento de personal para hospitales, clínicas y casas, ella recibió el premio Lasker en 1948.

Le tocó participar como delegada en la asamblea que dio nacimiento a la Organización Mundial de la Salud. Eliot nunca dejó de estudiar la salud y la nutrición infantil y visitó casi todos los países de Europa antes de llegar a ser una de las directoras en la oficina de Ginebra. Dos años después volvió a Washington para ser nombrada Jefa de la Oficina de la Infancia.

Dorchester fue donde nació Martha May Eliot y sus honores y reconocimientos están en todas partes. En 1947, se convirtió en la primera presidente de la Asociación Americana de Salud Pública.

Hasta 1957 se demoró Harvard en darle su reconocimiento, ya que la nombró presidenta de su departamento de salud maternal e infantil en su Escuela de Salud Pública. Después de su retiro en 1960, ella continuó su trabajo en la OMS y UNICEF.

Su legado para la posteridad quedó establecido en 1964, cuando la American Public Health Association creó el premio Martha May Eliot para reconocer los logros en el cuidado de la salud de la madre y el niño.

Todo este legado también es parte de Centro de Salud Comunitario que lleva su nombre y lleva 40 años realizando una tarea pionera que ahora se dirige a otros horizontes.

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