ANDY ZAGASTIZÁBAL
“Es verdad, las bibliotecas no tienen historias espectaculares; pero los 75 años que está cumpliendo nuestra Connolly, son motivo suficiente para hacer grandes titulares” dice Silvia Vélez con la emoción que le pone a todo lo que hace por su querida Biblioteca.
No está sola. La acompaña un grupo extraordinario que igualmente le ha puesto emoción a los preparativos de una serie de actividades que tendrán como centro un programa especial que se cumplirá este lunes 30, entre las 5 y las 8 de la noche.
¿Y qué hay para celebrar?, podría ser la pregunta. Pero, a pesar que no la hacemos, las respuestas nos llueven de todas partes y en resumen se nos dice:
“Es que vamos a festejar en grande a la Connolly; sus servicios y los cambios que ha experimentado durante los años”.
Tienen razón Gloria Carrig.
Hay que festejar en principio lo que es hoy un esfuerzo que empezó en un depósito, al fondo de una farmacia; mejor dicho en la trastienda. Tal vez nadie se acuerde de aquella farmacia que se ubicaba en la esquina de las Calles Lamartine y Paul Gore. Y, tal vez, tampoco hay alguien que cuente cuáles eran los títulos de los 9 libros con que empezó esta aventura de promover cultura. Pero no importa, la historia sí tiene registrada que aquello ocurrió en el año 1897, generando un movimiento que ya nunca se pudo detener. Aunque el esfuerzo durara pocos años, ya la semilla estaba germinando para que la Gran Biblioteca de Boston estableciera una sucursal que no permitiera fallecer aquel trabajo inicial.
Fue en 1905 que decidieron hacer la Sucursal Boylston abriendo un pequeño local en el 160 de la Calle Lamartine, zona que en ese tiempo albergaba negocios relacionados con el transporte de ferrocarriles que principalmente venían de Nueva York, New Haven y Hartford. Boylston era la estación y ese nombre se le dio a la sucursal que entre sus obligaciones atendía a seis escuelas y a una comunidad que en su mayoría era inmigrante. Para ser más precisos habría que mencionar que esa comunidad era ampliamente alemana por los trabajadores que hacían funcionar las cervecerías.
Mientras aumentaba la población la biblioteca fue creciendo y fue necesaria su ampliación, requiriendo un edificio propio que se construyó en dos años en la zona de Hyde Square. Ese edificio de estilo jacobino, con fachada de piedra caliza, abrió sus puertas en 1932, siempre bajo el nombre de Sucursal Boylston. Había sido diseñado por dos arquitectos que dibujaron tremendo arco para dar entrada a un espacio interior amplio donde las divisiones de madera también le darían estilo a las secciones de adultos y niños. Los amantes de la arquitectura nos contarán que los techos, decorados con molduras de yeso son inspirados por la Biblioteca Rufford Abbey de Inglaterra.
¿En qué momento le cambiaron de nombre y por qué?
Aquí hay otra parte de la historia de Jamaica Plain que inmortaliza la biblioteca porque el 12 de diciembre de 1940 se cambió a Monseñor Arthur T.
Connolly, como tributo a un ilustre religioso que dedicó gran parte de su vida a resaltar la fe de los vecinos de la iglesia Blessed Sacrament. De esa manera se agradeció también a Monsignor Connolly que fue miembro antiguo de la cámara de directores de la Biblioteca Pública de Boston.
Recientemente hubo mejoras y cambios en el local que conocemos que conocemos y que se ubica en el 433 de la Calle Centre; pero hay que destacar que las celebraciones de estos 75 años nos permitirán conocer otras historias que mucha de la gente invitada compartirá.
No será, definitivamente una reunión aburrida, por lo que hasta los niños están siendo invitados porque para ellos hay programa divertido.
Como dicen los Amigos de la Biblioteca, esta sucursal ofrece
libros populares para niños y adultos y una selección grande de libros y revistas en español, lo mismo que películas y otros materiales de video y audio para niños de edad pre-escolar. Ya saben que el personal es bilingüe y hay muchos programas durante todo el año, para todas las edades y en gran parte en español.