Juntos escuela y padres


ANDY ZAGASTIZÁBAL

Lucía Santana es pequeña de estatura; pero gigante en acciones. Es hora de hacerle un reconocimiento como la activista que ha sido en las pasadas décadas; “pero más como el modelo para los padres de familia de cómo llevar adelante la educación de nuestros hijos”, según destaca Myriam Ortiz la nueva directora ejecutiva de Boston Parent Organizing Network’s, la organizativa de los Padres de Boston.

Lucía es la triunfadora de toda una serie de actitudes de discriminación por cuestiones socioeconómicas, raza lenguaje, mala interpretación de normalidad y hasta su situación de inmigrante a pesar de ser puertor-riqueña.

Su historia de lucha en Boston empieza a poco de llegar en el 88. Venía embarazada y con tres hijos a cuestas después de haber vivido igualmente una tragedia al iniciar una vida de casada desde los 11 años de edad, en su natal Río Piedras.
Lucía tiene ahora una sonrisa impresionante porque ha logrado lo que en las Escuelas Públicas de Boston muchos creían imposible.

L4 en un reporte es una marca de incapacidad que literalmente margina la posibilidad de seguir educando a un niño normalmente. Los quieren pasar a una situación especial que Lucía nunca lo aceptó. (Allí empezó su lucha y allí inició su aprendizaje de lo que significa ser activista en las Escuelas Públicas).

Primero no lo creyó y después no lo aceptó y llevó adelante una lucha cuesta arriba que hoy se puede demostrar con 12 diplomas, tres de ellos de Hesser College, de Manchester NH, y otro de English High School.

Héctor Pizarro, uno de los recién graduados, nos habló de aquellos años iniciales cuando lo obligaron a no utilizar su nativo español, en ningún momento en el horario de clases. “No se imagina el daño que me hicieron con eso que hasta lograron que odiara el idioma de mis padres. Me hicieron creer que era malo y que eran malos quienes lo hablaban. Hoy tengo dificultades para hablar como prueba del daño que me hizo esa prohibición. He tenido que aprenderlo tardíamente y he recuperado mis raíces desde la salsa hasta la riquísima cultura que quiero promover desde una high school que tenemos en proyecto, la misma que llevará el nombre de Liberación”.

—Te acabas de graduar en justicia criminal y sicología ¿cómo lo lograste?

“Trabajando duro y gracias a las becas que nos ganamos. Superando todas las dificultades que me ponían. Ahora lo puedo contar como una anécdota; pero alguna vez me estuvieron preparando para ser cocinero. Creían que esa era toda mi capacidad; pero un profesor se dio cuenta que tenía otras habilidades y me reorientó a los estudios superiores que no se terminarán hasta que me convierta en un abogado especializado en asuntos juveniles”.

Héctor tiene 19 años y al salir esta nota estará cumpliendo los 20. Tiene una conversación madura y emocionada por la serie de proyec-tos que quiere llevar adelante “para ayudar a la juventud, para que no tenga las dificultades que soportamos en el camino de nuestra educación”.

“Es que la educación es clave —interrumpe doña Lucía, indicando que muchas veces las evaluaciones no son las más correctas o se dan para impedir el avance de nuestros hijos—. Alguna vez me calificaron de problemática en las Escuelas Públicas; pero hoy mi mensaje a todos los padres es que luchar por el bienestar y la educación de nuestros hijos no es causar ningún problema sino una necesidad para garantizar que nuestros hijos lleguen a triunfar”.

Allá están en la pared de la casa los diplomas de José, en Negocios Internacionales, de Ashley, en Asistencia Médica y de Héctor en Justicia Criminal y Psicología que son la base para seguir a la Universidad de Suffolk, donde espera graduarse de abogado antes de los 30.

“Quiero seguir trabajando por la juventud y esa es la especialización en mi carrera de derecho que perseguiré. No pienso interrumpir por nada esos estudios, a pesar que me verán trabajando y haciendo activismo para que los muchachos no sigan siendo víctimas de las gangas que tiene el sistema educativo”.

“Ese es un tema que deben ver bien los padres de familia —nos dice por su lado Myriam Ortiz, explicando que sí hay posibilidades para hacer una diferencia en la educación de nuestros hijos. Recuerde que en BPON estamos para trabajar y mantener la responsabilidad de Boston Public Schools en la excelencia de la educación que deben recibir nuestros hijos.

Si no viene directamente a nuestras oficinas ubicadas en el 284 de Amory St. en Jamaica Plain, nos puede llamar al 522-2766, o asistir a las reuniones que mensualmente realizamos en diferentes puntos de la ciudad. En los pasados tres meses nos hemos reunido con el alcalde Menino, la Superintendente Johnson y decenas de representantes de las escuelas y legisladores para hablar, en representación de los padres, de la crisis en las escuelas, las dificultades del presu-puesto, para dar nuestras recomendaciones sobre el paquete de recuperación económica y para expresar nues-tras preocupaciones sobre la propuesta de crear cinco zonas educativas.
Lucía Santana corrobora la importancia de una organización como BPON, diciendo que “los padres de familia nos podríamos convertir en la fuerza especial que necesitan los políticos para hacer verdaderos planes y conseguir excelencia educativa para nuestros hijos”.

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